sábado, 17 de noviembre de 2007

El Cantar del Mio Cid.

Este famoso cantar de gestas también se trata de una composición anónima, escrita por alrededor del 1200. El libro consta de unos 3700 versos y cuenta la historia de Rodrígo Díaz de Vivar, un caballero al servicio del Rey de Castilla en el tiempo en el que España estaba divida en territorios gobernados por reyes cristianos y territorios gobernados por los moros. Se trata de la primera obra extensa escrita en español, ella se destaca, ademas por una alta calidad literaria, por un estilo diferente de otros cantares de gesta de la época.

Hoy sabemos que aunque El Cid es una figura que si existió, la mayoría de los hechos contados en el cantar del Mio Cid son inventados por algun hábil poeta (algunos expertos creen distinguir en realidad dos autores en la obra) que se propuso dejar en el público una impresión muy fuerte de verosimilitud y realidad. Para empezar los hechos sobrenaturales se ausentan de la historia; dioses, criaturas fantásticas, reliquias con poderes mágicos. El Cid no tiene poderes ni fuerza sobrehumana. El único episodio que podríamos llamar sobrenatural es cuando en un sueño el angel Gabriel le consuela en su destierro, pero tratándose de un sueño podríamos dejarlo de lado.

El personaje del Mio Cid si tiene las cualidades comunes a los guerreros medievales; audacia, valor, astucia. Pero por otro lado desde el primer episodio de su historia nos enteramos de que esta no es una epopeya como las otras, el Cid llora amargamente por su destierro de Castilla. A lo largo de la historia veremos un personaje con un carácter rico y diverso. Llora, tiene sentido del humor, se sale de sus casillas, siente pena por los enemigos, muestra cariño a su esposa, es un buen padre (en un episodio El Cid lleva a sus hijas a Valencia donde conocen el mar), es alguien que a veces es violento y a veces mesurado y prudente. En suma, nos da la ilusión de ser humano, el personaje es verosímil y coherente, podemos identificarnos con él, tanto en sus cualidades como defectos.

Fue tanto el esfuerzo de verosimilitud del autor de esta obra que se describe con exactitud la topografía española y se retrata con éxito el espiritu de una época, historica y sociológicamente hablando. De hecho se puede hacer una lectura política del Cid y verlo como la historia del enfrentamiento de dos clases sociales, los infanzones (clase militar que asciende por méritos propios) por un lado contra los Nobles (clase que obtiene todo por los privilegios de cuna). Pero su mayor merito literario es crear un personaje multidimensional, cercano a cualquiera, menos mitológico y más literario.

En cuanto a la historia podemos resumirla de la siguiente manera:

Alguien en la corte del Rey Alfonso ha calumniado al Cid, acusandolo de robarse dinero de la recaudación. El Cid abandona Castilla y deja a su mujer e hijas en el monasterio de Cerdeña decido a recuperar su honra pública y hacerse perdonar por el Rey.

Desde entonces realiza, como puede, una campaña militar en contra de los Moros, con éxitos cada vez más grandes. Durante cada golpe, saquea y toma las riquezas de los no cristianos labrándose así una cuantiosa fortuna. De vez en vez manda parte del botín al Rey como muestra de lealtad. La toma de la ciudad de Valencia será su mayor logro militar y se hará de seguidores, fama y por fin del perdón real.

La fortuna del Cid despertará la ambición de los Infantes de Carrión, miembros de la Alta Nobleza pero con problemas económicos. El Rey como gesto de reconciliación arreglara la boda de las hijas del Cid, Elvira y Sol, con los Infantes de Carrión. Creyendo que le hace un favor al Cid al emparentarlo con la nobleza.

La segunda caída del héroe tendrá ahora que ver con su honra privada. Los Infantes de Carrión, sus yernos, resultan ser unos cobardes que al lado del Cid se sienten humillados. Por eso pagan su venganza con las hijas del Cid en el famoso episodio de la afrenta de Corpes. Elvira y Sol son golpeadas por sus maridos y dejadas por muertas en el monte. Por suerte son rescatadas con vida. El Cid en lugar de reaccionar violentamente y aplicar su propia justicia, recurre a la justicia del Rey. Y se arma un juicio contra los Infantes de Carrión. La sentencia es que los Infantes deben batirse a duelo con los hombres del Cid, duelo uno contra uno. Por supuesto los Infantes mueren y así la afrenta queda saldada. Las hijas del Cid luego son pedidas por los Infantes de Navarra y Aragón y el Cid finalmente emparenta con el Rey mismo.

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